viernes, 17 de julio de 2009

Escuela de formación política estudiantil (2)

En 1960 el control priista era casi total, pero en esta época la Universidad empieza a despertar, surgen movimientos por una educación científica y popular en Michoacán y Chihuahua, el auge de dichos movimientos también influye al estado de ánimo de los estudiantes de la UNAM, donde se concreta un movimiento de huelga que cuestiona el perfil curricular planteado por el estado y lleva al movimiento a la lucha por un nuevo tipo de escuela. Hasta el IPN se vio afectado, ya que en el punto más álgido de la lucha se realice con éxito a pesar de la FNET paro de solidaridad con la Escuela de Agricultura de Ciudad Juárez.

Todo este proceso de radicalización viene acompañado por el incremento de la represión en la ciudad y el campo, entonces el movimiento estudiantil se convierte en una caja de resonancia del descontento generalizado. La aparente estabilidad social estaba sustentada en una sistemática represión y persecución de los que osaban constituirse en dirigentes. El milagro económico era sólo para los capitalistas y la situación asemejaba una caldera apunto de estallar. La cadena estaba tan tensa que se rompería por el eslabón mas débil, donde el control del estado y las experiencias de derrotas estuvieran menos presentes. Ese eslabón, ese movimiento fresco era el estudiantil.

Para esta época existía una organización estudiantil dirigida por el Partido Comunista Mexicano (La CNED), que a pesar de todo significaba una opción democrática en medio de una serie de organizaciones corporativas priístas. Sin embargo ni siquiera CNED se podía imaginar el movimiento que se estaba gestando y las repercusiones que tendría. Los activistas y dirigentes del PCM en el movimiento estudiantil estaban tan desorientados como cualquier otro, y llegado el momento critico, asumieron posiciones de conciliación con el estado. La lucha una vez más lo puso en el lugar que les correspondía, estaban más preocupados por su aparato que por la revolución.

El Movimiento Estudiantil de 1968 tomó a todos por sorpresa. Todas las organizaciones estudiantiles fueron rebasadas, mientras que el aparato de control priista sobre el movimiento estudiantil se resquebrajaba, como fue el caso de la FNET, la cual colapso totalmente. Y en los grupos de ultraderecha en la UNAM no sufrieron mejor suerte.

Las demandas del movimiento fueron fundamentalmente políticas, marcando también en esto, una diferencia con respecto de movimientos anteriores. La simpatía por el movimiento se extiende por diversos sectores y entre ellos los trabajadores. El asenso del movimiento se tornaba cada vez más peligroso para el gobierno.

La creación del Consejo Nacional de Huelga fue la principal expresión de la necesidad de una dirección nacional unificada del movimiento, con Comités de Huelga por escuela, que elige por medio de Asamblea General a sus representantes ante el CNH, los cuales son revocables en cualquier momento.

Sin embargo el 68 también es una muestra de lo que puede suceder si no existe una vanguardia capaz de elaborar un análisis que se concrete en un programa y una táctica correcta para hacerle frente a una realidad convulsiva. Aunque esto es absolutamente lógico, el problema es que al término del mismo nadie es capaz de obtenerlas conclusiones organizativas necesarias para darle continuidad al movimiento.

Con lo que respecta al Estado, este muestra su verdadero carácter de aparato represor de la clase dominante, con la matanza de Tlatelolco y la detención de casi todos los dirigentes estudiantiles. La incertidumbre cunde en el ambiente y a los pocos meses es disuelto el CNH. Con esto el movimiento poco a poco se va desvaneciendo, los dirigentes estudiantiles sacan conclusiones totalmente contrarias a lo que requería la situación. En lugar de consolidar la organización única y centralizada, la destruyeron y proclamaron el fin de las organizaciones con estructura y dirección permanentes, dejando al movimiento a merced de la improvisación, inexperiencia e ineptitud de los que en suerte correspondió asumir la «dirección».

Mientras tanto el estado pretende «taparle el ojo al macho», emprendiendo una reforma educativa de corte populista, y da a entender la posibilidad del surgimiento de partidos políticos. Sin embargo, esto sólo es demagogia, ya que para 1971 se repite otra matanza el 10 de junio, lo que marca el fin de una época de luchas unificadas por parte del ME.

La impotencia produce desesperación lo que provoca el nacimiento de corrientes ultrarradicales, muchas de ellas aunque de palabra se autodenominan marxista-leninistas, en los hechos se convierten en organizaciones terroristas aisladas del movimiento social y que no llegan más allá de convertirse en un pretexto para que el estado ejerza una brutal represión contra el movimiento social.

Otros con la idea de ir al pueblo, dejan la escuela y se convierten en campesinos o en trabajadores. Sin embargo, gracias a la confusión ideológica remante, no hacen aportes significativos ni en el movimiento campesino ni en el movimiento obrero, lo que demuestra que sin ideas correctas el activismo por si mismo es inútil.

Otros más piensan que el paso de los jóvenes por la escuela debería servir principalmente para adquirir una formación política que les permitiera ser verdaderamente útiles al integrarse a la lucha política fuera de la escuela.

Los Comités de Lucha formados en el 68 van desapareciendo paulatinamente. Surgen y desaparecen organizaciones de todo tipo y tendencia, sin embargo todas poseen la característica de que no tienen una perspectiva del movimiento en general y menos planteamientos para unificar las luchas, que a pesar de la dispersión, se siguen dando, en todo el país.

Solamente algunas organizaciones que lograron consolidar una autonomía económica y política con respecto del Estado, así como una base de apoyo bastante amplia, pudieron subsistir a este proceso, como fue el caso de varios Comités de Lucha del Politécnico.

Para finales de los setentas surgen nuevos intentos por organizar a los estudiantes a nivel nacional (ONE y UPÓME). Surge entonces el debate sobre el tipo de organización, si es de masas o es de cuadros. El debate se perdió en la medida de que nunca rebasó un puñado de activistas aislados de las escuelas, y que nunca se gesto un movimiento que arraigara a dicha organización tantas veces proyectada en la conciencia de los estudiantes como un punto de referencia a nivel nacional. Hoy tenemos efectivamente esa posibilidad.

La primera mitad de los ochentas se puede considerar como relativamente inactiva. Muchas organizaciones nacían y morían en el lapso de una generación y el proceso de dispersión se agudizó, Se hubiera creído por parte de algunos impresionistas que la cosa estaba acabada, pero para los marxistas la situación no es tan simple, en realidad la coyuntura económica determinada por el modelo capitalista establecido desde los cuarentas y en el marco de la crisis internacional provocó un proceso de encabronamiento en los jóvenes y los trabajadores que solo esperaba un pretexto para expresarse. La solidaridad propiciada por los sismos del 85 sólo dio un pequeño ejemplo de lo que empezaba a suceder. Al estado le costo mucho trabajo el tomar el control de este movimiento. La gente por un momento se dio cuenta de que no necesitaba a la burguesía y a su Estado para nada.

El movimiento iba en ascenso y el estallido de las jornadas 86-87 marcó la cúspide.

El cambio de proyecto económico requirió un cambio de proyecto educativo. En 1986 era en la UNAM donde el Estado pretendía iniciar esta transformación, sin embrago este mismo proyecto implicaba un ataque directo contra la permanencia de los hijos de los trabajadores en la universidad, por lo que la respuesta al plan Carpizo fue absoluta y contundente: la ira de la gran mayoría de los estudiantes forzó a los grupos de activistas a olvidarse de feudos y aceptar un coordinación general, la cual se dio por medio de la reactivación de el Consejo Estudiantil Universitario (CEU), instancia que desafortunadamente siempre se quedo al nivel de una asamblea de coordinación. Mientras existió movimiento que coordinar, el CEU fue útil. El movimiento logró echar atrás el plan Carpizo, sin embrago una vez terminado y ya sin la presión de las masas, los dirigentes dieron rienda suelta a sus prácticas sectarias hasta convertir al CEU en una Asamblea de activistas que se reúne sólo cuando la situación se ha tornado casi desesperada.

E! CEU no era una organización, era una asamblea de activistas, sin embrago los estudiantes entonces y ahora lo siguen viendo como punto de referencia e intentan revivirlo cuando la lucha es urgente.

El Politécnico se vio influenciado por el auge del movimiento, sin embargo también se cometieron los mismos errores, lo que provocó a la larga una dispersión aun mayor luego de terminado el auge del movimiento.

Esta época se caracterizo por la defensa de las conquistas estudiantiles logradas en otros momentos, por lo cual las luchas adquirían un carácter puramente defensivo. Además de no avanzar a un nivel político, los dirigentes plantearon que el movimiento debía ser puramente estudiantil o académico, además de que cada institución circunscribía su marco de acción a su entorno inmediato, lo que provocaba un aislamiento con respecto a la situación de los estudiantes a nivel nacional, no digamos ya con respecto al movimiento general.

La lucha unificada es desdeñada, ya que las victorias parciales, crean la ilusión de que una sola escuela es capaz de solucionar sus problemas al margen de los demás. Lo acontecido con el Congreso Universitario y en el Politécnico, demostró la falsedad de estas conclusiones.

Así llegamos a los noventas. El impulso del movimiento todavía posibilitó algunos triunfos parciales, sin embargo la dispersión se profundizo, el salinismo logro imponer un cambio al Art. Tercero Constitucional con el apoyo de algunos diputados de oposición. El salinato proclamaba su triunfo y la impotencia parecía apoderarse de todos. Algunos, atraídos por el canto de las sirenas, cayeron en el engaño y otros fueron cooptados. La caída de los países de Europa del este a manos de la contrarrevolución capitalista provocó desánimo en muchos sectores de jóvenes y trabajadores, sin embrago los últimos acontecimientos están empezando a hacer despertar a las masas y nuevos horizontes de lucha se acercan, en nuestras manos está el aprender de la historia y construir el futuro.

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